18 de abril de 2014

Encuentro entre Jean-François Chevrier, Julián Barón y Jon Cazenave


Foto: Mercedes Cosano















El miércoles 2 de abril se inauguró el proyecto “Horizon” de Jon Cazenave y Julián Barón en la “Galerie du 10” del Institut Français de Madrid. La apertura estuvo acompañada de una charla entre el comisario y crítico de arte Jean-François Chevrier y los dos fotógrafos.

Chevrier, asumiendo con rigor e intransigencia su papel de historiador del arte, cuestionó cada una de las partes del proyecto para comprenderlas mejor y tratar de fomentar la reflexión profunda en los fotógrafos. Manifestó su asombro al encontrar en una supuesta exposición de fotografía sólo dos imágenes fotográficas además de un dispositivo formado por diferentes elementos. Comenzó preguntando a los autores la relación de este dispositivo con la fotografía.

Para Cazenave el proyecto parte de sacar el máximo partido a la sala y la luz, un elemento principal en la obra de los dos fotógrafos: la ausencia de luz en su propia obra y el fogonazo del trabajo de CENSURA de Barón. La sala, sólo iluminada con luz natural, también es un viaje de la luz a la oscuridad.  Su propuesta se fundamenta en la disposición en sala de diferentes elementos con los que trabajarían a lo largo de los días en que durase su proyecto (dos semanas).

Siguiendo con el origen del proyecto, ambos explicaron que Horizon nace de la búsqueda de nuevos horizontes que ambos autores comparten debido a la ruptura que sufrieron hace unos años para dedicarse a la fotografía: Cazenave dejó el mundo de la auditoría financiera y Barón el de la ingeniería industrial. Un trabajo que busca la unión entre dos tradiciones, la vasca de Cazenave y la castellonense de Barón, a través de distintos elementos y un espacio que pretende estar vivo por medio de diferentes diálogos e intervenciones.

El soporte web que los autores han realizado, www.labhorizon.es, les sirvió para explicar los diferentes elementos que componen la muestra (bandera solar, estado de la mar, aparejo, parlamento de mares y anillo de sillas) y el proceso posterior. Los autores trabajan con imágenes como medio para conocerse a sí mismos, conocer el uno al otro y plantear una experiencia visual nueva y compartirla con el público a partir del diálogo presente en la sala, ya que estaría abierta al público, a visitas e interlocuciones..

Chevrier, que quería entender la relación entre todos los elementos y sus influencias, mostró su incomprensión hacia el Parlamento de Mares y su relación con Oteiza (dado que se presentaba como “homenaje a la caja metafísica de Oteiza”). Para los fotógrafos el escultor vasco es una influencia constante y la disposición del muro formando un triedro era una manera de hacer referencia a una estructura muy significativa de Oteiza. Barón insistió en que la utilización del espacio y su significado vendrían determinados por lo surgido en la sala los días posteriores y que no pretendían cerrar conceptos sino abrirlos.

Chevrier explicó que el arte del siglo XXI tiene que ser un trabajo de composición de diferentes elementos heterogéneos del lenguaje espacial actual. La actividad, que es el diálogo en la sala que proponen Cazenave y Barón, debe generar por si misma una heterogeneidad social. Cazenave, en este sentido declaró que las cuerdas, elementos del dispositivo, plantean el choque, la tensión y la relación entre las dos culturas que representan (una es un chicote de un barco de San Sebastián y la otra es una soga de uso ganadero de Castellón).

Continuando con la preocupación por los diferentes usos del arte, Chevrier preguntó a los artistas por qué habían descartado la posibilidad de incluir el reportaje ya que él considera que la dimensión del reportaje es pertinente en el mundo del arte debido a la cuestión de la información. Cazenave explicó que querían hacer algo nuevo ya que no les interesaba usar imágenes de su archivo en la sala, si bien en la web si habían introducido algunas referencias como fotografías de pescadores. Aunque no están habituados a trabajar de forma tan rápida querían realizar un trabajo diferente por lo que este proyecto les pareció una forma honesta de resolverlo.

Chevrier quiso alcanzar todos los problemas que se podrían extraer de este proyecto y de cualquier formalización de un discurso artístico en la sala expositiva. Sin embargo ni el proyecto ni los autores pudieron otorgarle las respuestas que él buscaba porque el espíritu del mismo era precisamente discutirlo y desarrollarlo entre ellos y con el público e invitados durante las dos semanas de programación. Una actitud enormemente generosa por parte de los autores que nos dejaron acceder a un proyecto no terminado, en proceso, del que todos nos hemos podido sentir parte.

“En vuestro trabajo hay una gran complejidad que puede dar un buen resultado a condición de que no se engañe con la complejidad del objeto de arte, y que no se engañe con la actividad” comentaba Chevrier al final de la charla. Después del trabajo intenso de Barón y Cazenave durante estas dos semanas, las derivas y las conclusiones extraídas sabemos que lo que trataban de transmitir estos autores desde el principio estaba cargado de sinceridad y honestidad.

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